Poemas eróticos de Paul Verlaine y Margarita Minerva Villarreal


Aunque no esté parada

Aunque no esté parada
lo mismo me deleita tu miembro
que cuelga -oro pálido- entre tus muslos
y sobre tus huevos, esplendores sombríos,

semejantes a fieles hermanos
de piel áspera, matizada
de marrón, rosado y purpurino:
tus mellizos burlones y aguerridos

de los cuales el izquierdo, algo suelto,
es más pequeño que el otro,
y adopta un aire simulador,
nunca sabré por qué motivo.

Es gorda tu picha y aterciopelada
del pubis al prepucio
que en su prisión encierra
la mayor parte de su cresta rosada.

Si se infla levemente, en su extremo
grueso como medio pulgar el glande se dibuja
bajo la delicada piel, y allí
muestra sus labios.

Una vez que la haya besado
con amoroso reconocimiento,
deja mi mano acariciarla,
sujetarla, y de pronto

con osada premura descabezarla
para que de ese modo -tierna violeta-
el lujoso glande, sin esperar ya más,
resplandezca magnífico;

y que luego, descontrolada,
la mano acelere el movimiento
hasta que al fin el “peladito”
se incorpore muy rígido.

Ya está erguido, eso anhelaba
¿mi trasero o vagina? Elige dueño mío.
¿Quizás un simple autoplacer?
Eso era lo que mis dedos querían…

Sin embargo, tu sacrosanta parte
dispone de mis manos, mi boca y mi trasero
para el ritual y el culto
a su forma adorable de ídolo.

 

Paul Verlaine ( 1844-1896 )




UN VESTIDO PARA DESNUDARME


Hoy mi vestido significa:
Me levantaré de la cama como si obedeciera a Cristo
Entre una manta de gases
muslos adoloridos   huesos que se desploman 
camino a paso lento
No debo caer
porque la montaña se ha partido
y cuando abre la mañana
un agujero se vuelve un precipicio 
Me levantaré de la cama
tomaré una ducha 
El agua limpia mi cuerpo 
me despoja de ese humor
fétido de estar enlatada
como sardina
me desdobla en mi peso drenado y me multiplica
pues la multitud está hambrienta
y como si yo fuera los panes y los peces
confundo los gritos con el llamado
mas   cerca   su voz resplandece
y me alcanza
Me visto después del baño
luego de tallarme las grietas
las flores fueron abriendo
porque yo
recién lavada
y bendecida
me he multiplicado:
Un vestido de algodón
un vestido holgado como Olga
con volantes de ancho vuelo
para pasear los huesos
los muslos   las caderas   moverlas ya en la vida
en su agua clara
en su viento de lilas aromadas
y que no trote la cabeza
de un lado a otro   por dentro   abotagada
como nave que se bambolea ante la agitación de espadas
de ese mar puntiagudo y alebrestado que la embiste
Un vestido con turbante que sujete el pensamiento que ha vaciado mi corazón
muy asustado   observándolo todo
un vestido para volar
para ganar el cielo
un vestido y que beban los pájaros
de su estanque dorado en su bailable aéreo
¿Sabes cuál es el salario del mal?
Es la muerte y me niego a depositarle pago alguno.


Margarita Minerva Villarreal



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